El día antes de que saliera a la venta Spore anunciaban a bombo y platillo en IGN que a las doce y un minuto de la noche (hora de más allá del charco) publicarían la review. Con el juego ya en la calle son ya varios los portales importantes que han dictado sentencia sobre el ambicioso proyecto de Will Wright. La espera ha sido larga y podía haberlo sido más. Spore es de ese tipo de juegos que podría estar en desarrollo eternamente. Tal es su enfoque y envergadura que siempre habría algo más que introducir, algún concepto o idea nueva que experimentar.
Will Wright, paradójicamente Darwin terrenal (por la aplicación de las teorías evolucionistas) y a la vez místico teólogo (el concepto del jugador/Dios manipulando a sus criaturas) encuentra en la premisa de Spore todo un premio a una carrera manejando similares conceptos. Ahora la tecnología puede plasmar sus más increíbles visiones ¿lo ha conseguido?.
Un primer vistazo a la nota media recogida en Metacritic puede inducir a engaño: 88. ¿Supone un fracaso para un juego de la envergadura de Spore cosechar una nota inferior a 90?. Mirando más detenidamente vemos que las (en el momento que escribo esto) once reviews recopiladas se reparten entre ocho iguales o superiores a 90 y cuatro por debajo de tan significativa cifra. De esta forma podemos asegurar que para casi todos los implicados es un título sobresaliente. Ya veremos cómo evoluciona la media conforme se vayan sumando nuevos análisis.
Pienso que el principal valor de Spore está en su propia existencia, que necesitamos a gente brillante, arriesgada, seria y comprometida con el medio como es Will Wrigth. Genios inquietos dispuestos a ampliar el estadio de actuación de los videojuegos, de llevarlos una y otra vez un paso más allá. Que los medios especializados se den o no cuenta de esto es secundario, importa la experiencia de cada uno de nosotros y creo que millones de especies virtuales habitando en los ordenadores de medio mundo ya han otorgado a Spore un sobresaliente.