Calificaría a Fable 2 con un 9 sobre 10. No, la frase no es mía, de hecho ni siquiera pertenece a un analista de juegos, ¡es del propio Peter Molyneux! Ya sabíamos que este hombre no tenía abuela y que cada vez que abre la boca sube el precio del pan pero es que esto…
El hombre asegura en unas declaraciones a la revista Xbox World 360 que Fable 2 es el juego más completo que ha realizado y que en sus anteriores títulos había errores que no ha cometido en este. Posiblemente si tiráramos de hemeroteca nos encontraríamos palabras muy parecidas a estas antes del estreno de cada uno de sus juegos.
Yo tengo mucha esperanza en Fable 2, soy de los que disfrutó con la primera parte a pesar de mostrar unos defectos que posiblemente hubieran pasado más desapercibidos de mantener Molineux la boca cerrada. Como siempre nos prometió el oro y el moro hablando de revolución, de libertad absoluta, de dilemas morales y un largo etc que cambiarían el concepto de videojuego para siempre. Luego resulto que Fable era bueno… y ya está.
Muchas veces hemos comentado cómo el hype puede tirar por tierra las ilusiones puestas en un juego porque este no termina cumpliendo las enormes expectativas que se han creado a su alrededor. Yo por ejemplo siempre intento llegar como un folio en blanco a una película, sin apenas contaminación exterior, para que sea el propio visionado el que escriba la historia, las bondades y los defectos y si será digna o no de recordar. Cuando nuestra imaginación se dispara por lo que nos cuentan (amigos, prensa, rumores, los propios creadores) muchas veces es posible que, aunque nos encontremos ante una buena película, un buen cómic, un buen libro o un buen videojuego, las virtudes reales nos sepan a poco porque nunca estarán a la altura de lo que hemos sido capaces de crear en nuestra cabeza.
Esperemos que al señor Molineux le entre una aguda afonía que le impida vendernos su juego para que sea este el que se defienda por si mismo cuando llegue a las tiendas. Que sea el propio Fable 2 el que se imprima en nosotros con letras de oro o con simple tinta, que sea eso y no otra cosa lo que marque lo que va a perdurar en nuestra memoria y en nuestros corazones.